miércoles, 14 de enero de 2009

Entrevista: Convertibilidad entre diferentes especies dinerarias


Periodista – El tema que trataremos en el día de hoy concierne a la convertibilidad monetaria, concierne a la convertibilidad entre diferentes monedas (ya anunciado reiteradamente desde temprano en esta radioemisora). Por favor, exprese usted las opiniones o los comentarios que este asunto le provoca.

Entrevistado – Tener algún tipo de convertibilidad entre las diferentes monedas de los distintos países, por cierto es absolutamente necesario a efectos de posibilitar el desarrollo del comercio internacional, ya que si dicha conversión no existiera o en algún sentido se encontrara comprometida, el comercio internacional posiblemente debería orientarse o aproximarse a alguna forma de trueque o de operativa degradada, lo que indudablemente e inevitablemente lo limitaría, y/o lo restringiría, y/o lo ajustaría a la baja.

En definitiva, una moneda no es otra cosa que un facilitador del trueque en un determinado espacio económico, o sea una especie valorada por todos y estimada por todos en ese universo económico, y que generalmente tiene ciertas cualidades o propiedades muy preciadas, como por ejemplo la de ser fácilmente fraccionable, la de supuestamente tener poca o nula depreciación con el paso del tiempo (o sea, la de ser reserva de valor), la de ser medida común para los intercambios, la de ser especie para el pago de impuestos y de obligaciones, la de ser especie usada en los litigios así como para el establecimiento de sanciones, la de ser especie de fácil guardia o custodia, la de ser especie susceptible de poder estar disponible en diferentes momentos y lugares (para así poder ser usada en los intercambios), etcétera, etcétera.

Ahora bien, esta especie tan particular es la que gobierna y orienta la economía de un país o de una región monetaria, y por cierto deberá establecerse algún tipo de conversión entre las monedas de diferentes países y de diferentes áreas monetarias, para que así esas economías no sean cerradas, y para que entre ellas fluya un adecuado y razonable comercio, un adecuado y ágil flujo de mercaderías y de servicios y de derechos.

Con toda evidencia, en lo personal no nos oponemos obviamente a que exista esta convertibilidad, pero lo que sí proponemos y recomendamos, es que ella pueda ser encausada y controlada más directamente por las respectivas autoridades nacionales, a través de la monopolización del mercado nacional de cambios. Véase que si se llegara a implantar un monopolio de este tipo que se encontrara muy bien organizado y que no permitiera desvíos, las ganancias que normalmente quedan en los operadores de cambios podrían ellas repartirse por un lado en el propio Estado (en definitiva en la comunidad toda), y por otro lado en los sectores productivos (lo que los tornaría más competitivos y con más posibilidades de inversión).

Por cierto, si se trabaja con monedas que no son fiduciarias, o aún trabajando con monedas fiduciarias no virtuales, muy probablemente esa monopolización del mercado de cambios por parte del Estado, no solamente tal vez no sea ella conveniente, sino que además puede que ella no sea realista, pues un mercado negro seguramente se organizará en forma muy rápida una vez impuesto el monopolio de cambios.

Sin embargo, si todas las monedas nacionales fueran de tipo fiduciario y virtual, el monopolio estatal por cierto se tornaría viable.

Además y a efectos de poner orden en los correspondientes mercados nacionales de divisas, en la hipótesis de uso de monedas nacionales virtuales ciertamente también convendría disponer de una moneda internacional virtual, pues así cada Estado o cada Autoridad Monetaria de un espacio económico, podría ocuparse únicamente de las conversiones de su propia divisa desde y hacia la divisa internacional, lo cual es mucho más lógico y ordenado, y mucho más sencillo para controlar y para valorar.

Obsérvese que si los procedimientos de facturación de mercaderías y de servicios se implementan en forma un tanto desordenada, aplicando diferentes regulaciones y aplicando diversos sistemas impositivos, y sobre todo si el dinero se implementa de manera tal de permitir operaciones encubiertas, todo ello sin duda contribuirá a la ocurrencia de actividades ilegales y al desarrollo liso y llano de la especulación económico-financiera, lo que por cierto no es para nada provechoso o ventajoso desde el punto de vista del interés general.

Además, tampoco es nada conveniente complicarles la vida a los distintos agentes económicos. Es útil que la economía sea lo suficientemente clara y transparente, y que exista la suficiente información de base, como para que los diferentes agentes económicos se manejen bien en ese ambiente, y tengan visiones relativamente acertadas sobre la posible evolución futura de las distintas variables (al menos en el corto plazo), y esto debería ser así incluso en el caso que esos agentes económicos sean trabajadores no especialmente calificados, o sean personas ya inactivas desde el punto de vista laboral. Si la economía se convierte en una nebulosa insondable, muy desorganizada y muy cambiante, pocas personas podrán comprenderla en forma clara y cabal, y así ese reducido número de personas podrá hacer su agosto simplemente especulando y/o invirtiendo acertadamente, con poco aporte específico de trabajo o de riqueza de algún tipo, o sea sin generar nueva y efectiva riqueza, sino en buena medida apropiándose de riqueza que está en otras manos. Recuérdense algunos sabios refranes que se refieren a este asunto: (1) “El vivo vive del tonto, y el tonto subsiste y vive en base a su trabajo”; (2) “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

A lo largo de la historia económica, por momentos se han aplicado distintos sistemas de control de cambios, e indudablemente en mayor o menor grado, todos esos sistemas han sido negativos y/o han presentado falencias e inconvenientes de algún tipo, ya que como antes se dijo, cualquier tipo de imposición en este sentido de inmediato provoca la aparición de un mercado paralelo, o mercado negro, o mercado ilegal.

Como se verá, nuestra propuesta se orienta a la creación de un sistema de control de cambios que es muy especial, y con el cual el mercado cambiario paralelo o informal en los hechos se torna entonces imposible o extremadamente reducido. Y en la práctica, ello solamente puede lograrse si todas las monedas fiduciarias son virtuales (o sea si solamente existen cibermonedas escriturales, si solamente existen monedas telemáticas), y si además (y como complemento) las diferentes economías se implementan todas ellas de forma de permitir un adecuado seguimiento de las cadenas de pago (exigiendo que las transferencias se encuentren todas ellas convenientemente documentadas y en soporte digital).

Periodista – ¿Podría usted precisar un poco mejor esta idea, en especial para los oyentes que no saben lo que es una cibermoneda?

Entrevistado – Por supuesto que sí, ciertamente.

Supongamos que el control de cambios se establece obligando legalmente a que todas las operaciones de conversión monetaria se realicen a través de las instituciones bancarias. Si en este marco regulatorio, ciertos agentes económicos (no bancarios) tienen la posibilidad de poseer moneda nacional y extranjera en sus hogares (en sus bolsillos, en sus billeteras, en sus lugares de trabajo), así como también de poder entregar esos dineros directamente a terceros, como pago de deudas, o como pago de prestaciones que se reciben, o como compensación por otros dineros que se reciben, entonces es absolutamente inevitable la formación de un mercado paralelo de divisas en caso de decretar el aludido monopolio, y entonces allí también se dificultará el seguimiento de las cadenas de pagos, pues habrá ciertas cadenas que inevitablemente quedarán cortadas, pues habrá ciertos eslabones que inevitablemente no serán registrados de manera oficial, ya que sería posible realizar transferencias anónimas. El recién señalado mercado paralelo o mercado ilegal de cambios es absolutamente inevitable en el escenario planteado, por más controles que se hagan, y por más que los desvíos ilegales se penalicen exageradamente.

Distinto es el caso si los agentes económicos tienen todos sus dineros en los bancos (en cuyo caso todo el dinero sería nominado), y si no pueden retirar de allí esos dineros porque no existe ningún mecanismo como para ello (es decir si no hay posibilidad de transformar dinero nominado en dinero anónimo), ya que entonces la única manera prevista para cumplimiento de obligaciones que se encontraría operativa, sería la transferencia de dineros entre cuentas. Este monopolio de hecho de las transferencias financieras, obligaría a que todas las operaciones de intercambio se hicieran a través de las instituciones bancarias, incluidas por supuesto las eventuales operaciones de cambio de moneda, incluidas también las donaciones a instituciones benéficas o a personas en situación de indigencia, incluidas las transferencias de recursos entre miembros de una misma familia, etcétera, etcétera, etcétera. Y si se impone la obligación de a cada transferencia monetaria también adosarle conveniente y abundante información extracontable (o sea si se impone que todas las transferencias se encuentren bien documentadas), para así establecer la razón por la cual se hizo esa transferencia dineraria, entonces ya está, el marco así planteado permitiría controles mucho más sencillos y seguros. Obsérvese también que con este nuevo sistema financiero, en alguna medida siempre podría ser posible realizar una transacción (por ejemplo un intercambio de monedas o una venta de algo), y ambas partes declarar otra cosa. Sin embargo, los engaños en este ambiente seguramente serían muchísimo más fáciles de descubrir (especialmente si toda la operativa está informatizada), pues por ejemplo una persona puede comprar comida, pero tiene cierto límite en cuanto a este tipo de consumo, y excedido el cual habría bases para sospechar declaración falsa. Además, en las empresas también se podrían hacer controles de lo que entra y sale, tanto materias primas como productos elaborados y como dineros, y por cierto, no sería posible fabricar cierto volumen de mercaderías sin antes haber comprado suficientes materias primas y productos intermedios como para ello, y tampoco sería creíble por ejemplo que se compraran materias primas para luego tirarlas o destruirlas, sobre todo si la empresa a la que supuestamente se le hizo esta compra declaró por su lado una existencia de materias primas tal vez insuficiente para efectivamente haber podido atender una supuesta demanda de este tipo.

Periodista – ¿Pero lo que usted está proponiendo es una especie de corralito financiero?

Entrevistado – Por supuesto que no. Este marco institucional y regulatorio no tiene obligatoriamente que imponer restricciones a la libertad económica lícita. Dentro de este esquema, los agentes económicos podrían comprar, vender, intercambiar productos, contratar servicios, realizar pagos, incluso hacer donaciones y dar apoyos familiares, etcétera, aunque por cierto no existirían allí los billetes bancarios anónimos, y como tampoco existirían los cheques bancarios (los que también forman parte de lo que hoy día se llama dinero escritural). En este posible ambiente socioeconómico, los pagos solamente podrían ser realizados a través de una transferencia directa entre cuentas, o a través de mecanismos tales como los de las tarjetas de crédito y las tarjetas de débito.

Dentro de esta especial operativa de implementación de las operaciones financieras, por cierto las operaciones de cambio también se deberían hacer de una manera similar. El particular que deseara convertir cierto monto de la moneda nacional a una moneda extranjera, necesitaría por ejemplo una tarjeta de débito asociada a una cuenta bancaria, desde donde entregaría cierto monto en moneda nacional a una institución bancaria, y por cierto también necesitaría tener una cuenta bancaria en la divisa seleccionada, donde se le acreditaría el monto a su favor que resultara de la operación de cambio.

Periodista – ¿Podría usted aclarar qué es el dinero escritural?

Entrevistado – El dinero realmente emitido por las instituciones autorizadas para ello, o sea el dinero en billetes bancarios y en moneditas, el dinero contante y sonante existente en este planeta, es varias veces menor en volumen que la riqueza dineraria que supuestamente tienen las personas y las empresas, al hacer la suma de lo que esos agentes económicos tienen en dinero efectivo y en dinero realizable en corto plazo (depósitos bancarios a la vista, cheques de terceros, etcétera). Por cierto, esta suma se incrementa aún más si allí también se agregan los cheques diferidos, así como los créditos de mediano y largo plazo, etcétera.

Nótese que muchas de las personas y de las empresas actúan como agentes económicos activos, recibiendo dinero pero también gastando dinero, a pesar de que ellos también podrían ser deudores, en deudas de corto y de cortísimo plazo, y también en deudas de mediano y largo plazo. Por cierto, algunos de estos agentes económicos seguramente podrían tener más dinero y más créditos a su favor que deudas, pero otros podrían tener más bien posiciones relativamente equilibradas, mientras que otros podrían tener posiciones francamente deudoras. Las instituciones de gran porte (las empresas multinacionales y los organismos internacionales) y aún los propios países y gobiernos, ciertamente también podrían estar en una situación similar en cuanto a sus posiciones acreedoras y deudoras.

Y si se suman algebraicamente todos estos valores a nivel mundial (asignando valores positivos a los créditos y negativos a las deudas), no se obtiene una suma positiva igual a la totalidad del dinero realmente emitido (como podría esperar un analista desprevenido), sino que se tiene un valor negativo muy alto.

La conclusión es que de una forma o de otra ha habido creación de dinero. Esa creación artificial de dinero debido a la especial ingeniería financiera en uso, es posible porque existe el llamado dinero escritural o dinero-crédito, o sea dinero que no necesariamente requiere de un previo acto de creación, sino que se materializa por simples anotaciones contables, y que incluso podría circular en forma directa de un titular a otro, a través de convenientes transferencias entre cuentas (transferencias que podrían encontrarse muy correctamente documentadas, o por el contrario que podrían encontrarse mal documentadas o por lo menos documentadas en forma no estandarizada).

En la vida corriente y a efectos de facilitar los intercambios, corrientemente se utilizan una serie de instrumentos de pago, tales como los cheques, las tarjetas de crédito, las órdenes de compra, etcétera, pero el dinero así movilizado es superior en volumen al dinero contante y sonante existente en las instituciones bancarias y en las billeteras de las personas, así que esta especial ingeniería dineraria en cierta forma es creadora de dinero, creadora de formas de pago.

Y ese dinero que ha sido creado artificialmente, es la diferencia de montos entre lo que se llama dinero escritural o dinero-crédito, y entre lo que se llama dinero efectivo en poder de las instituciones bancarias. Por cierto, el dinero escritural en los hechos se comporta como dinero real, como dinero sustituto del dinero efectivo, y la economía funciona así generalmente sin mayores inconvenientes, en la medida que la comunidad tenga confianza en el sistema financiero. Cuando por alguna razón esa confianza se rompe, cuando esa confianza se debilita, surgen los problemas y se producen lo que se llaman crisis financieras.

Nuestra propuesta por cierto no se orienta a eliminar el crédito y con él también el dinero escritural. Claro, proponemos eliminar los cheques pues este instrumento tal como se lo concibe actualmente, dificultaría muy mucho el buen seguimiento de las cadenas de pago. Pero por cierto continuaríamos permitiendo el uso de las tarjetas de crédito, así como también los préstamos bancarios de tipo tradicional.

Periodista – Muy bien, la descripción aquí enunciada no ha sido muy detallada, aunque aún así ha sido bastante clara y formadora de conceptos. Daremos ahora paso a unos consejos comerciales, para así dar tiempo a nuestros oyentes a que maduren estas ideas.

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